"Encendió sus procesadores, se acomodó en su silla favorita y se colocó cuidadosamente los cinco electrodos del Portal sobre su cuero cabelludo. Transcurrieron largos minutos y nada ocurrió: algo de autonegación, o al menos de auto-hipnosis, fueron necesarios para elevarse. Algunos expertos recomiendan drogas o aislamientos sensoriales para aumentar la sensibilidad del usuario durante el desmayo, señales ambiguas que pueden leerse en el Portal. Pollack, quien indudablemente tenía más experiencia que cualquiera de los expertos, había descubierto que podía lograrlo simplemente con mirar los árboles de afuera y escuchar el viento recorrer las ramas superiores.

Y así como un ensoñador olvida su entorno real y vive otras realidades, Pollack se impulsó, desprendido, mientras su subconciente traducía el estado de la comunicación de la Costa Oeste y de los servicios de datos, una maleza vaga que su mente conciente debía inspeccionar e interrogar para dar con el camino más seguro que lo llevara hasta un puerto intermedio. Como la mayoría de los viajeros urbanos de datos, Pollack alquilaba los enlaces ópticos estándar: Bell, Boeing, Nippon Electric. Estas, junto con las empresas de datos locales de Costa Oeste, le daban más que suficientes senderos para avanzar hasta cualquiera de los procesadores de la Tierra con muy pocas chances de ser detectado. En cuestión de minutos, había rastreado tres cambios de transmisor y encontrado un lugar para hacer sus cálculos intermedios. Los comsats ofrecían tiempo de procesamiento a un precio tan bajo como el de las estaciones de tierra, y una transacción automática de pago (a través de varias cuentas de prueba que había abierto en los últimos años) le otorgó control sobre un extenso espacio de datos, solo unos milisegundos después de haber realizado el pedido. El proceso completo ocurría casi en un nivel subconciente - era el funcionamiento de varias rutinas que él y otros habían diseñado en los últimos cuatro años. El Sr. Resbaladizo (evitaba ahora el otro nombre, incluso en sus propios pensamientos) había alcanzado los bordes del Otro Plano. (Vernor Vinge, True Names, 1981.)